«En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros.”
Enrique Pichón- Riviere

Hace tiempo que el equipo de Instituciones de la Asociación Psicoanalítica de las Configuraciones Vinculares de Córdoba ve acrecentada las demanda de intervenciones ya sea, en Instituciones de Salud, con equipos de Salud Mental, en los equipos de tribunales de familia en el ámbito judicial, y también en Instituciones Educativas, con docentes, equipos de gestión, alumnos, padres, también con Familias empresarias, y en diferentes centros interdisciplinarios en Discapacidad y muchas otras más…
Nos impacta y nos preocupa tanta demanda y nos interpela a interrogarnos y reflexionar sobre los malestares en las instituciones hoy y revisar algunas de nuestras prácticas interviniendo como Psicoanalistas en las Instituciones.
En principio tendríamos que poder decir y pensar juntos acerca de las condiciones actuales para la vida de los sujetos que trabajamos en instituciones. Lo primero con lo que nos enfrentamos es con la crisis que significa el pasaje de una lógica de ciudadanos a una lógica de mercado. Así hoy el malestar característico es justamente esta tensión entre lo que había y lo que deviene. ¿Acanzan los referente teóricos/técnicos para dar respuestas a las demadas, hoy?, cuales son los obstáculos para pensarlas? ¿Por qué nos son efectivos los recursos que antes si lo eran? Esto supone transformaciones en los modos de construcción de subjetividad en aquellos que habitan y trabajan en las instituciones. Cualquier institución que trabaje más o menos directamente sobre la subjetividad (educación, salud, justicia) se está viendo seriamente comprometida en sus fundamentos. En la vertiente actual de desvinculación de los lazos, los padecimientos son otros. Son del orden de vacíos de tarea de representación y experiencia.
Graciela Ventricci, médica psicoanalista, miembro de AAPPG, plantea que sin la posición de un estado que apuntale el sentido del trabajo en las instituciones y la imposibilidad instituyente del mercado que lo único que sostiene es una lógica consumidora, las instituciones poco a poco se van transformando en Galpones. Metáfora que es utilizada para pensar, al menos nosotros, en lo que nos desafía hoy al intervenir en Equipos interdisciplinarios en diferentes instituciones donde la tarea pareciera haber perdido sentido. Es decir, galpones alude a edificios donde para poder habitarlos con equipos de trabajo, requiere de acciones colectivas y funcionamientos profesionales. Donde cada uno tiene su tarea y en el conjunto la tarea adquiere sentido. Si los equipos son desalojados de las instituciones porque no pueden pensar con otros, no pueden trabajar en condiciones dignas, la precarización laboral permite que no haya suficientes recursos humanos para escuchar al menos algunas de las tantas demandas y en calidad de urgencias, donde las estrategias de abordaje se caen a medio camino, las instituciones se vuelven galpones vacíos de tarea y de sujetos pensantes y sin sentido.
De todas maneras podemos decir que tenemos que transitar prudentemente por esta crisis reflexionando que el pesimismo que nos domina hoy puede llegar a ser tan complejo como el optimismo de ayer…
La urgencia para salir de las urgencias y la ansiedad y desesperación que conlleva, supone un pasaje al acto difícil de contener y traducir en pensamientos y palabras. Este es un malestar, fuente de mucho sufrimiento al interior de los sujetos, en los vínculos con otros, familias, compañeros de trabajo, colegas, otros, con los cuales se hace insostenible la tarea.


Como profesionales de la Salud Mental, la idea sería construir redes interinstitucionales con la ilusión de recuperar el apuntalamiento perdido, en horizontalidad, con otros que comparten problemáticas similares. Poder cuidar a los que cuidan. De esa manera poder hacer habitable esos galpones, esos espacios vacíos y darles sentido. Y esto sólo será posible si las prácticas tienen lugar dentro de sus posibilidades, creando e intentando producir estrategias con la firme decisión de construir espacios de construcción de subjetivación, reconociendo además que toda situación de urgencia es una provocación a pensar y reflexionar con otros.
Como dice Kaes: “no lo uno sin el otro y sin el conjunto que los constituye y los contiene”
Pensando ahora en nuestras prácticas como Psicoanalistas vinculares, como decía al comienzo, quería compartir algunas cuestiones de la tarea en las instituciones, que para muchos de uds cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia…
Les decía que frente a equipos de trabajo por ej. un equipo interdisciplinario de Salud mental en un hospital que atiende niños. Llegan niños derivados de las escuelas, de muy lejos, otras provincias incluso, y el panorama que se abre va desde problemas de conducta, de aprendizaje, abuso, violencia, problemas graves del desarrollo, diagnósticos de discapacidad, madres adolescentes, intentos de suicidio, también desde la interconsulta pediátrica cuando encuentran algo que pescan en el cuerpo o lesiones atribuida al maltrato, situaciones de violencia en las familias que llegan con el niño que son sostenidas en mucho tiempo y otras y otras…
También la conciencia que trabajar con niños por ej, es siempre trabajar con otros adultos, padres en el mejor de los casos, u otros familiares, pero también con otros médicos o profesionales en el campo interdisciplinar que atienden la consulta. Y ¡que decir cuando los obstáculos que encuentran, pediatras, psiquiatras, etc tiene que ver con cuestiones de pacientes que no pueden llegar al hospital porque no tienen plata para pagar el transporte!.
O sea que todas estas y más problemáticas que llegan al Servicio de Salud mental entran en tensión permanente con las problemáticas sociales, culturales y políticas que se dan en todos los momentos históricos. Y esto hoy lo ponemos en cuestión en función de lo que nos está atravesando.
Así como el sistema de salud tiene estas exigencias y presiones, también el sistema educativo los tiene.
Las maestras y profesores tienen quemada la cabeza. ¿Cuántas carpetas psiquiátricas hay en las instituciones educativas hoy? Y no siempre es porque no se comprometan o no se impliquen, sino porque están atravesadas por mucha violencia. Los chicos les pegan, los padres les pegan, la sociedad les dice ¿¿ de qué se quejan si tienen tres meses de vacaciones!!??. Y el estado también pega cuando no hay clases porque no hay agua, o se cayó el techo o se inundaron con las primeras lluvias. Y eso no cuenta al contar los días de clase exigidos y los paros las culpabiliza por eso.
Interviniendo en varios establecimientos educativos en todos los niveles, haciendo Talleres con docentes, padres, alumnos, nos encontramos como Psi, reflexionando sobre dificultades de todo tipo, la autoridad, ¿dónde está? Qué hacemos con los aburridos? nada les interesa, ¿Qué hacemos con las órdenes impartidas por los padres?, “ les prohíbo que a mi hijo le hablen de derechos humanos”. Dónde se ha visto esto?
O sea nos encontramos en las instituciones con una producción altísima de tristeza, soledad, padecimientos en el cuerpo, con muchísima precariedad y vulnerabilidad social.
Lo cual nos lleva a preguntarnos ¿cómo armamos vínculos con los otros?, ¿cómo armamos comunidad?, ¿cómo armar ligadura, lazos que sostengan tanto desfondamiento?


“El dolor social no se cura en el diván” y esto lo dice René Kaes que es un Psicoanalista de Grupos que permite aferrarnos a dispositivos grupales para hacerle frente y encontrar alguna manera de armar redes que sostengan tanta desligadura.

Los agrupamientos -no sólo aquellos espontáneos, sino también los “artificialmente” construidos con dicho fin como son los Grupos de Reflexión, Talleres con técnicas Psicodramáticas, Grupos Operativos, etc, permiten metabolizar las exigencias inherentes al recorrido por estas prácticas.

Las intervenciones de las coordinaciones apuntan a tejer, a entramar, cuando se percibe que la “unión hace la fuerza”, que lo colectivo se muestra como sostén; o bien, a diferenciar y discriminar cuando la búsqueda de similitudes -de lo unívoco- asfixian las singularidades.
Se busca, de este modo, producir marcas y vínculos que cobijen. Se intenta producir trazos y tramas que permitan alojar y dar lugar a cada participante en la institución, entendiendo siempre que los recorridos son singulares al mismo tiempo que colectivos.
A lo largo de estos años, tuvimos tramos y experiencias diversas.

Por un lado, dificultades para instituir en estos espacios estos dispositivos. Este hecho, lo relacionamos entre otras cuestiones con lo que podríamos definir como una destitución del reflexionar con otros como un acto valorable en sí mismo. En diferentes ocasiones nos encontramos con cuestionamientos sobre la utilidad de lo que hacemos, del tipo: “¿Para qué sirve hablar de esto si no va a cambiar nada?” Es un cuestionamiento interesante porque lo podemos pensar en sintonía con discursos que circulan promovidos por los medios de comunicación. El “para qué” ya nos inscribe en una pregunta que fácilmente se desliza a lo pragmático y que le quita valor al hecho en sí mismo. Esto, como señala Bleichmar (2008), produce una serie de dificultades, entre las cuales se destaca la sensación de “sinsentido” de las prácticas.

El encuentro y el pensar con otros dificultades específicas que los atraviesa en sus prácticas profesionales, permite tejer redes que sostienen y potencian posibilidades, haciendo tope a la violencia y cuidándonos unos con otros. El dispositivo de reflexión es un espacio de encuentro que propone pensarse, en proceso, a sí mismos y en resonancia con otros. No cualquier otro, sus pares, sus semejantes.

Permite entonces encontrarnos con aquello que Bleichmar (2005) llama “formas del malestar sobrante” que sometió a los sujetos a un excedente de sufrimiento “que no remite sólo a las renuncias pulsionales que posibilitan nuestra convivencia con otros seres humanos, sino que lleva a la resignación de aspectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias sobreagregadas”.

Los dispositivos de abordaje grupal en las instituciones, intentan favorecer el vínculo entre pares a partir de pensar nuestra profesión desde las similitudes y las diferencias. Tramitar las diferencias junto a otros, es abrazar “una ética del semejante” en términos de Bleichmar (2008) que nos permita ir alcanzando «una ética del poder junto a otros». Así mediante la construcción conjunta, buscar otros caminos para atravesar el malestar de la época, que no sean los del individualismo y la inmediatez sino favoreciendo el surgimiento de maneras creativas de resolver conflictos, complejizando los modos de comprender los problemas con otros.

O sea, el lazo con otros habilita e invita a la inscripción de un intervalo, de una pausa, un tiempo de demora para poder pensar, reflexionar, exponer ideas, debatir, aprender de lo propio y lo ajeno puesto en juego en lo vincular, en una tarea como la de los profesionales de la salud y de la educación que está relacionada con el trabajo de procesamiento de la subjetivación.

Nuestra propuesta es, precisamente, pensar a los dispositivos de abordaje grupal como aquellos espacios capaces de promover la producción de lo que junto con Silvia Bleichmar podríamos llamar un “amparo simbólico colectivo”.

Mgter. María del Carmen Gigena

¿Quiénes cuidan a los que cuidan?